8 Marzo, 2023

¡Buenaaaaas! ¡Juuuu… Jorge!

La llamada venía desde la calle. Jorge dejó la cuchara y la tortilla enrollada en la mesa, y salió a través de la sábana que ondeaba en la puerta. Su esposa y sus tres hijas lo siguieron, preguntándose quién estaría llamando a media tarde.

“Oye, viejo amigo, ¿cómo te va?”

“Jorge, ¿qué pasa? Es hora de volver a pintar la catedral. Sabes que has ayudado todos los años. Nos reuniremos mañana para comenzar”.

“Mire señor, le agradezco que haya venido, pero ya no soy de esa religión. Soy cristiano y, con el debido respeto, tendrá que buscar a otra persona para que le ayude a pintar”.

El amigo de Jorge se negó a ser disuadido, halagando y suplicando en base a los buenos tiempos, la vieja amistad y la inutilidad de cambiar de religión.

Jorge, con paciencia y gentileza, trató de hacerle ver que sus días de bebedor habían terminado. Lo de pintar catedrales había terminado. Su antigua vida había terminado.

“¡Seguirás siendo uno de nosotros!” Finalmente intentó.

La hija de Jorge ya estaba harta. Se abrió paso entre sus hermanas, dejando atrás a su mamá, hasta que estuvo al lado de su papá y cara a cara con el visitante.

“Quiero decirle algo”, comenzó, “realmente no entiendo todo lo que mi papá cree ahora, no sé mucho de lo que ha estado pasando, pero esto sí lo sé. Mi papá es una persona diferente. Él es una mejor persona. Está completamente cambiado. Preferiría tenerlo así ahora que cuando era amigo de todos ustedes. ¡Así que déjelo creer lo que quiera creer, y déjelo en paz!

Con ese estallido terminó la conversación, cediendo el viejo amigo a los deseos de Jorge y dejándolo debidamente en paz.

Unas semanas después, Jorge fue bautizado en la Laguna de Términos, la laguna más grande de México.

Su vida ciertamente había cambiado, precipitada no por una nueva religión sino por la morada del Espíritu Santo.

Su familia escuchó el evangelio por primera vez hace 15 años cuando David comenzó a predicar en la Isla del Carmen. Asistieron con regularidad durante un tiempo, luego perdieron interés y se alejaron.

Hace un par de años, la asamblea en Carmen comenzó a tener reuniones al aire libre en un parque a la vuelta de la esquina de la casa de Jorge. Les ayudamos un poco, pero fueron los creyentes allí quienes continuaron fielmente, semana tras semana. Ellos eran los que traían el pan y el café. Hicieron amigos y se ganaron su confianza. Fueron ellos a quienes Dios les dio la alegría de ver a Jorge alcanzado por el evangelio.

Al igual que el antiguo egipcio que esparcía semillas en los campos inundados por el río Nilo, y luego esperaba durante los largos y calurosos meses de verano la promesa de jugosos melones, así arrojamos nuestro pan sobre las aguas esperando que, después de muchos días, en efecto, lo hallaremos.

Recientemente, Jorge le envió a David un video un sábado por la noche con el título: “Estos somos nosotros en este momento”. Era el local de Carmen con casi todas las sillas llenas de personas cantando alabanzas a Dios.

A veces, la obra del evangelio puede sentirse como escalar una montaña en medio de una densa niebla. Entonces sale el sol, las nubes se disipan y de repente la vista esmeralda brilla con esperanza y promesa. Es entonces cuando los años y los precipicios y las curvas y la espera empiezan a tener sentido.

Las almas pueden tardar años. El fruto tarda años en madurar.

Quizás una de las características más sobresalientes del trabajo misionero es la paciencia.

Oren por el resto de la familia de Jorge: Su esposa, sus hijas y sus padres, para que ellos también sean salvos.

(Como de costumbre, he cambiado el nombre de Jorge. Espero que entiendas la necesidad que siento de respetar la privacidad de las personas. El mundo es un lugar muy conectado en estos días).